El cubo
Imposible leer el cubo en algún contexto. Cada cara se ha vuelto su propio código civil, un universo inverso, prueba fehaciente de la soledad.
M.C. Escher, Cóncavo y Convexo (1955)
Aún así, el infinito no esta realmente libre de limitaciones y de la finitud. El punto es distinguir entre la noción genuina del infinito del mal infinito, el infinito de la razón del infinito del entendimiento.
G..W.F. Hegel, Ciencia de la Lógica
Hay un cubo que mide aproximadamente siete centímetros por cada lado, y a cada uno de sus seis lados muestra un patrón de nueve caras sobre las cuales están escritos todo tipo de leyes. Hay leyes de tránsito, normas contributivas, principios canónicos, leyes penales, procesales, y hasta tratados de teoría del derecho. Algunas caras detallan con miniatura precisión opiniones jurisprudenciales junto a sus disidencias. En principio, el cubo recoge la totalidad de la ley.
Alguna vez el cubo estuvo perfectamente alineado, cada cara sincronizada con su cara contigua, en cualquier dirección. Cualquier lector podía tomar el cubo y empezar a leer una cara, pasar a otra, y luego saltar diagonalmente a la siguiente, sin perder su hilo conductor. Era posible leer de atrás hacia al frente, para luego saltar arbitrariamente varias caras y aún preservar su integridad textual. No había necesidad de interpretarla. Sus significados eran transparentes, omnímodos.
Hace ya un tiempo alguien (se desconoce quién) decidió girar uno de los lados del cubo. No se sabe qué motivó la acción, aunque se especula que el deseo finalmente se rebeló contra la perfección. Desde entonces las leyes están desalineadas y la coherencia se desvaneció.
Con el paso de cada generación las caras se han ido desvinculando unas de otras. Hoy, cada precepto contradice algún otro. Hasta el fraude de ley ha quedado desmentido por sí mismo. Las paradojas son insalvables. Imposible leer el cubo en algún contexto. Cada cara se ha vuelto su propio código civil, un universo inverso, prueba fehaciente de la soledad.
Otras manos han intervenido, intentando recuperar su estado original. La confusión ha empeorado. Los expertos han estudiado detenidamente el orden existente y han intentado sin éxito revertir los pasos que generaron la confusión. En sus intentos, el alineamiento de sus caras llegó a mostrar la justificación estatutaria de cualquier creencia, por absurda que fuera. Cada rotación invitaba a la herejía.
Algunos han quedado convencidos de que su estado original es una aspiración utópica, inalcanzable. A diferencia de los cuarenta y tres trillones doscientos cincuenta y dos mil tres billones doscientos setenta y cuatro mil cuatrocientos ochenta y nueve millones ochocientos cincuenta y seis mil posibles combinaciones del cubo de Rubik, las combinaciones de la ley son imponderables. Cada ley engendra espontáneamente sus propias posibilidades, y no hay manera de anticipar sus causas o efectos. La multiplicación de la ley desemboca en el silencio.
Luego de décadas de intentos los eruditos finalmente se dieron por vencidos, echándose la culpa entre sí por sus divagaciones dogmáticas. Desde entonces el cubo se exhibe sobre un pedestal frente a un mural grafitero en un museo de arte urbano.