Filippo Bernardini
La imaginación, como llegó a comprender un tal Alonso Quijano, está a solo un paso de la criminalidad.
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leia en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafios, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles. Y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia mas cierta en el mundo.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha
El periódico relata la historia de Filippo Bernardini, acusado de apropiarse de más de mil manuscritos inéditos durante los pasados cinco años, haciéndose pasar como editor de una casa editora. Al parecer, las apropiaciones no eran por motivos pecuniarios o de plagio. Salvo la expectativa frustrada de algún autor que no hubiera recibido contestación a su oportuna remisión del manuscrito al editor, no surge del reportaje que hubiere consecuencias adversas para nadie. Al parecer la lectura, como pudiera concluir algún incauto penalista, es un delito sin víctima.
En su alocución Filippo Bernardini justificó la apropiación de los manuscritos a su compulsión desenfrenada por la lectura. Cada manuscrito lo apuntaba a otro manuscrito, sucesivamente. La lectura acabó por desplazar a la causalidad. Mientras más leía, más leía. Un clavo saca a otro clavo.
Los manuscritos inéditos - no hablemos de otros - poseen propiedades adictivas que de leerse sin las debidas precauciones, producen desvaríos en el alma. La imaginación, como llegó a comprender un tal Alonso Quijano, está a solo un paso de la criminalidad.
El ahora convicto aguarda la sentencia del tribunal, la cual sin duda también será objeto de lectura.