Después de todo, Dios es Dios, porque él recuerda.
Eli Wiesel
Cuenta la leyenda jasídica que al Moisés subir a los cielos para recibir la Ley, escuchó la voz de Dios estudiando la Torá y citando a la Halajá, según interpretado por el rabino Eliezer ben Hyrcanus.
“Señor del Universo”. exclamó Moisés, “el mundo es tuyo, todos los poderes son tuyos, toda la creación es tuya. ¿Acaso tienes que citar el Halajá dado por un hombre de carne y hueso?”
“Moisés”, le replicó Dios, “algún día una persona justa (tzadik) comenzará su clase con esta ley. No tengo alternativa, tengo que estudiarla ahora”.
Esta leyenda enhebra varias intuiciones que merecen de reflexión:
1. Nadie, incluyendo a Dios, está por encima de la Ley.
2. Zapatero a su zapato. La Torá será la palabra de Dios, pero su interpretación les corresponde a los seres humanos, insistía el rabino Yehoshua ben Hananya.
3. La omnisciencia desemboca en su negación. Un ser que todo lo sabe, por supuesto, entiende la precariedad de su posición.
4. La Ley es accesible solamente desde la falible justicia. La persona justa (tzadik) ilumina a la Ley.